Redes sociales tempranas: los cafés como espacios de sociabilidad e innovación científica y empresarial

Artículo de Jose Ragas

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El crecimiento exponencial de las redes sociales (Facebook y Twitter, entre otros), así como los diversos ámbitos en los que estos se han visto involucrados en años recientes -desde espacios globales de socialización hasta supuestos promotores de revueltas populares- ha llevado a buscar antecedentes a estas redes en el pasado. En algunos casos, esta pesquisa ha llevado a sugerir que la invención de la imprenta en el siglo XVI generó un primitivo sistema de circulación de impresos e ideas que lo asemejaría a sus pares actuales. En otros casos se han incorporado a las tertulias que se desarrollaron en el tardío siglo XIX en España como ejemplos alternativos de nuestras redes sociales.

Los cafés parecen cumplir con varios requisitos para establecer una suerte de lejano parentesco con nuestras contemporáneas redes sociales. Estos fueron objeto de investigación y escrutinio en los años 1980s en adelante, debido a la formulación de la teoría habermasiana del espacio público así como a la influencia francesa sobre los espacios de sociabilidad. El surgimiento de varios de ellos en el tardío siglo XVIII en la América colonial los llevó a una asociación con la Ilustración que se desarrollaba por esos mismos años. Los trabajos al respecto nos descubrieron espacios de agitación y que albergaban un sinfín de actividades alrededor del consumo de la bebida.

En el presente artículo, escrito por Tom Standage, se hace una comparación entre los cafés ingleses del siglo XVII con las modernas redes sociales en torno a la preocupación por si estos son espacios “productivos” o de “ocio”, lo cual permite al autor revelarnos poco conocidos aspectos de los cafés como espacios de circulación y producción de ideas.

Redes sociales en el siglo XVII, por Tom Standage

Las redes sociales son acusadas de ser enemigas de la productividad. De acuerdo a una conocida (acaso tendenciosa) infografía que circula por la web, el uso de Facebook, Twitter y sitios similares le cuesta a la economía norteamericana alrededor de US$ 650 billones cada año. Nuestra capacidad de concentración se atrofia y las pruebas muestran resultados negativos, todo debido a estas “armas de distracción masiva”. Preocupaciones similares tuvieron lugar en el pasado. En Inglaterra en el tardío siglo XVII se produjeron preocupaciones bastante parecidas sobre otro tipo de espacio mediático reciente, que parecía captar la atención de los jóvenes y reducir su capacidad para concentrarse en los estudios o en su trabajo: los cafés. Estos eran las redes sociales de su época.

Al igual que el café en sí, los cafés fueron traídos desde el mundo árabe. El primer café que se abrió en Londres lo hizo en Oxford en la década de 1650, mientras cientos de establecimientos del mismo tipo surgieron en Londres y otras ciudades en los siguientes años. La gente iba a los cafés no solo a beber café sino a leer y a discutir los últimos panfletos y volantes con noticias así como a enterarse de los rumores y chismes.

Los cafés eran también usados como oficinas postales. Los clientes podían visitar sus cafés favoritos varias veces al día para revisar su correspondencia, ponerse al tanto de las noticias y hablar con otros parroquianos, sean estos amigos o extraños. Algunos cafés se especializaban en discusiones de determinado tipo, como ciencia, política, literatura o compras. Debido a que los clientes se movían de uno a otro, la información circulaba con ellos.

El diario de Samuel Pepys, un oficial del gobierno, está lleno de variaciones de la frase “de ahí al café”. Sus apuntes dan la sensación de un amplio rango de conversaciones que encontró en dichos establecimientos. Las de noviembre de 1644 hacen referencia a “un discurso largo y apasionado entre dos doctores”, discusiones sobre historia romana, como almacenar cerveza, un nuevo tipo de arma náutica y un juicio legal.

Una razón por la que estas conversaciones eran tan apasionadas era que las distinciones sociales no existían al interior de estos locales. Los clientes no solo eran permitidos sino estimulados a iniciar conversaciones con extraños desde sus diversas experiencias. Como lo señaló el poeta Samuel Butler, “caballeros, mecánicos, lords, y la canalla, son todos uno solo”.

No todos aprobaban esto. Así como los críticos se quejaban de que los cristianos habían abandonado su bebida tradicional, la cerveza, por una bebida foránea, y que los cafés estaban alejando a las personas del trabajo productivo. Entre los primeros en alertar sobre este hecho estaba Anthony Wood, un académico de Oxford, en 1677. “¿Por qué el sólido y serio aprendizaje se encuentra en declive, y pocos o nadie lo sigue en la Universidad?”, se preguntaba. “Respuesta: Por los cafés, donde se pasa la mayor parte del tiempo”. Mientras, Roger North, un abogado en Cambridge, se lamentaba de “la vasta Pérdida de Tiempo. ¿Quién puede concentrarse en un Tema con su Cabeza llena de la bulla de un café?” Estos lugares eran “la ruina de muchos serios y esperanzados caballeros y comerciantes”, de acuerdo a un panfleto, La Gran Preocupación de Inglaterra Explicada, publicado en 1673. Lo cual trae de vuelta las alertas emitidas por comentaristas modernos. Una causa común de preocupación, entonces y ahora, es que estas plataformas de intercambio representan un peligro particular para la juventud.

¿Cuál era el impacto real de los cafés en la productividad, educación e innovación? Antes que ser enemigos de la industria, los cafés fueron crisoles de creatividad, debido a la forma en que facilitaban la circulación de ideas y personas. Los miembros de la Real Sociedad, la sociedad científica pionera de Inglaterra, solían refugiarse en los cafés para proseguir sus debates. Los científicos solían conducir experimentos y dar conferencias en los cafés, y debido a que el costo por entrar equivalía al de una taza de café, los cafés eran conocidos como “universidades de un penique”. Fue una discusión llevada a cabo en un café entre varios científicos lo que llevó a Isaac Newton a escribir suPrincipa Mathematica, uno de los pilares de la ciencia moderna.

Los cafés fueron plataformas para la innovación también en el mundo de los negocios. Los comerciantes usaban los cafés como lugares de encuentro, lo que dio lugar a nuevas compañías y modelos de negocio. Un café de Londres llamado Jonathan, donde los comerciantes tenían mesas especiales para poder realizar diversas transacciones, se convirtió eventualmente en la Bolsa de Valores de Londres. El café de Edward Lloyd, un popular lugar de encuentro para capitanes de navío, propietarios de embarcaciones y mercaderes, se convirtió en el afamado mercado de seguros Lloyd.

El economista Adam Smith escribió gran parte de su obra maestra La Riqueza de las Naciones en el British Coffee House, un lugar bastante conocido para intelectuales escoceses, entre los cuales circuló las primeras versiones de su libro para someterlo a debate.

No cabe duda que también se perdía el tiempo en los cafés. Pero sus méritos exceden con largueza a sus defectos. Los cafés provenían un vívido entorno social e intelectual, lo cual dio lugar a una oleada de innovaciones que cambiaron el mundo moderno. No es una coincidencia que el café mantenga su prestigio como una bebida de colaboración y socialización hasta el día de hoy.

El espíritu del café como espacio ha revivido en nuestras plataformas sociales. Estas, también, son abiertas a todos, y permiten que la gente de diversa procedencia pueda encontrarse, debatir y compartir información con amigos y con extraños por igual, forjando nuevas conexiones y proponiendo nuevas ideas. Dichas conversaciones pueden ser enteramente virtuales, pero tienen el enorme potencial de originar cambios en el mundo real.

Pese a que algunos jefes se burlan del uso de la social media en el lugar de trabajo, compañías con mayor visión han comenzado a incorporar versiones corporativas de Facebook, para impulsar la colaboración, descubrir talentos escondidos y conocimiento entre sus empleados, así como para reducir el uso del email. Un estudio publicado en 2012 por McKinsey & Company, una firma consultora, encontró que el uso de redes sociales incrementó la productividad alrededor de 20 a 25%.

El uso de la social media en la educación, por otro lado, está sustentado en estudios que demuestran que los estudiantes aprenden de modo más efectivo cuando actúan con otros estudiantes. OpenWorm, un pionero proyecto computacional de biología que comenzó con un simple tuit, ahora involucra a colaboradores alrededor del mundo que se reúnen vía Google Hangout. ¿Quién sabe qué otras innovaciones se vienen preparando en el café global de internet?

Siempre hay un periodo de ajuste luego de la aparición de las nuevas tecnologías. Durante esta fase de transición, que puede tomar varios años, las tecnologías suelen ser criticadas por alterar el modo de hacer las cosas. Pero la lección del café es que los miedos modernos sobre los peligros de las redes sociales están pasados de moda. Este tipo de media, en realidad, tiene una larga historia: el uso de los panfletos por Martín Lutero en la Reforma echa nuevas luces sobre su rol en la Primavera Árave y sus paralelos con los panfletos llenos de chismes que circularon en la Francia pre-revolucionaria y el uso del micro-blogging en la China moderna. A medida que nos enfrentamos con los desafíos planteados por las nuevas tecnologías, hay mucho que aprender del pasado.

 

Social Networking in the 1600s“, de Tom Standage, apareció en The New York Times el 22 de junio de 2013. Tom Standage es editor digital de The Economisty autor del libro  (2013).

No hablando de la revolución: ¿Donde estas las canciones de protesta? (En ingles)

Jonathan Luxmoore and Christine Ellis

From anti-Vietnam war ballads to miner’s strike songs, folk artists have long voiced counter­cultural anger. With so much ammunition today, could folk music be about to wake from its recent docility?

Willie Nelson opening the July 4th Picnic music festival in 1974.

Willie Nelson opening the Fourth of July Picnic festival in 1974. Photograph: Everett/Rex Shutterstock

Last November, the folk singers Nancy Kerr, Martyn Joseph, Sam Carter and Maz O’Connor went to Westminster to perform for MPs. Nothing so remarkable about that, perhaps, but what they were singing about might have made several of their audience a little uncomfortable. The musicians were there to launch Sweet Liberties, a project marking 800 years of British democracy as seen through episodes from the Levellers and Tolpuddle Martyrs to the modern­-day Race Relations and Human Rights Acts.

In a year that marked the 800th anniversary of the sealing of Magna Carta and 750 years since the Simon de Montfort parliament, the four celebrated the pursuit of democracy and sung songs new and old, written about the rights and liberties that people have fought to achieve and protect over the centuries. “The topics in our songs all deserve to be celebrated – but we’d also like to highlight some uncomfortable truths which matter to vulnerable people today,” says Kerr. “Folk music reflects the creativity of working people, who often used it as a political voice. This kind of project could link present concerns with previous radical struggles and help us find a new collective voice.”

Ewan McCall and Peggy Seeger.
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Ewan McCall and Peggy Seeger, who organised the folk singers’ Critics Group. Photograph: Brian Shuel/Redferns

Kerr’s mother, Sandra, was a “folk apprentice” to Ewan MacColl and Peggy Seeger, whose Critics Group met in London’s Union Tavern in the 1960s and 70s to promote political change through music. Kerr has long since established her own profile (she won 2015’s BBC folk singer of the year award) and believes current issues,­ from fracking to climate change to welfare cuts,­ offer rich material. She is disappointed that what she terms the “artistic left” seems to have backed off from the politically focused music that MacColl and co once sung. Where have all the protest songs gone?

The reasons behind the silence range from the generational to the cultural and economic. While politics remains a prominent subject in the arts as a whole – with standup and fringe theatre routinely used for agitprop – some claim that changing social habits have eroded music’s political significance.

Alan Lomax and Pete Seeger
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Alan Lomax (second right) and Pete Seeger (far right) practice for the Folksong ’59 concert in 1959. Both found themselves on Senator Joe McCarthy’s blacklist. Photograph: John Cohen/Getty Images

“Protest songs are no longer seen as an effective form of communication,” says Malcolm Taylor, a folk music expert and former librarian at the English Folk Dance and Song Society. “There’s so much ammunition for them­, and if you wrote one that happened to catch on, you could potentially reach millions. But whereas Billy Bragg and his generation would have strapped on their guitars and headed for a street corner to make their point, today’s discontents prefer Facebook and other social media.”

Joan Baez performs at an anti-Vietnam war demonstration in Trafalgar Square in 1965.
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Joan Baez performs at an anti-Vietnam war demonstration in Trafalgar Square in 1965. Photograph: Keystone/Getty Images

Bragg’s generation in the 1970s and 1980s could also draw inspiration from the US, where legendary protest artists such as Woody Guthrie, Pete Seeger and Alan Lomax had ended up on Senator Joe McCarthy’s blacklist, and later arrivals such as Bob Dylan, Phil Ochs and Joan Baez lent musical backing to the civil rights and anti­-Vietnam war movements. Music was, for a time, a powerful counter­cultural force.

In the UK, too, folk music was long a tool of political protest, influencing writers from Chaucer and Shakespeare to Dickens and Hardy. Songs helped shape popular moods: Richard Thompson’s Blackleg Miner highlighted the plight of colliery workers, while Song of the Lower Classes by the chartist poet MP Ernest Jones drew on rousing works such asShelley’s Mask of Anarchy.

In the late 19th century, thanks to pioneering collections byCecil Sharp, Lucy Broadwood and others, folk music gained respectability. Many believe it lost its bite in the process. But in the 1950s, MacColl roundly rejected the genteel, sanitised legacy of Sharp and his co-collectors and set about turning folk music into a vehicle for radical change. MacColl’s own revival of Travellers’ Songs highlighted the plight of Roma communities, while compositions of his own, such asFreeborn Man and Song of the Road, also fed into a political agenda. MeanwhileAL Lloyd – who was barred from the BBC because of his Marxist sympathies – identified an anti­-authoritarian tradition in English folk that stretched back to the Peasants’ Revolt. His seminal Penguin Book of English Folk Songs from 1958, compiled with Ralph Vaughan Williams, was intended to dismiss “the false supposition that folk songs are always ‘quite nice’” and return folk to its earthy roots.

It was a mission taken up at the time by Topic Records, a 1939 offshoot of the Workers Music Association, the world’s oldest independent label. “From Sharp’s collections, it’s clear the ballads and broadsides of old present an alternative view of key phases in history, such as the Industrial Revolution and Napoleonic wars. As such, some leftwing historians have seen them as significant testimonies,” Taylor says. “But MacColl and Lloyd also bowdlerised them and used them for their own political ends, much to the dismay of other folk performers who didn’t share their radical views”.

The UK’s folk protest tradition lived on in the songs of Bragg, and veterans such as Dick Gaughan and Steve Knightley. But since then, few younger performers have seemed interested in addressing political issues on stage. And while the protest mantle was assumed by punk and new wave bands raging against the Thatcher government, their own counter­culture has long since been co­-opted by polite society and exploited by the UK’s booming music industry.

Bob Dylan and Joan Baez at an anti-nulear weapons rally in 1982.
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Bob Dylan and Joan Baez at an anti-nuclear rally in 1982. Photograph: Neal Preston/Corbis

Much the same appears to have happened with mainstream hip-hop, which once existed as an expression of protest but has since been largely depoliticised by the effects of fashion and business sponsorship.

Taylor believes all forms of protest music have eventually been “appropriated by the establishment to make money”. The veteran folk artist Martin Carthy agrees. “There are still some good and effective protest singers and songwriters around, but it’s not like it was in the 50s and 60s”, he says. “The promoters have long since cottoned on to the commercial potential of protest music; you’d have to be very determined and energetic to make yourself authentic and visible without them.”

The decline of radical politics in the 1990s alongside the rise of New Labour undoubtedly contributed to folk music’s new docility, the genre offering little in the years when the Occupy movement and anti-Iraq war demonstrators have taken to the streets in protest.

But things might be changing. Jeremy Corbyn’s rise to political prominence has spurred new radical thinking, which could well gain a platform in music. Carthy recently rewrote a folk classic, Rigs of the Time, with references to “rich corporate farmers” and the European Union’s agricultural policy. His daughter Eliza has also worked political messages into songs of her own, such as You Know Me, about the plight of refugees, and Fisherman, about the Occupy movement. Not that protest songs are the exclusive domain of the left: the folk tradition has encompassed Jacobite rants and classics such as the royalist civil war song,Dominion of the Sword, while contemporary singers such as Morrissey and Gary Numan have pitched in for the political right.

“While I’d prefer protest songs to come from the left, I accept that every political option can produce them since folk is music of the people”, Carthy says. “We’re clearly seeing a widening out of political debate, so I don’t see why this tradition couldn’t revive. If we’ve a duty to pass folk music on, we should also bring it up to date and make it relevant to our times,” he says.

Martin Carthy has, along with his daughter, worked to refocus the folk genre on current issues.
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Martin Carthy has, along with his daughter, worked to refocus the folk genre on current issues. Photograph: Burak Cingi/Redferns via Getty Images

Kerr hopes the Sweet Liberties project will go some way to providing “a soundtrack for current anxieties” at a time when young people are showing a new readiness to engage with and get involved in politics. “No one’s going to write a song today which starts a revolution, but I like the idea of a musical movement where different voices can bring their ideological concerns to bear,” the singer­-songwriter says.

“We may not see the like of We Shall Overcome [the seminal civil rights anthem] again. But we can still smuggle some subversive, powerful, galvanising ideas through in music. And this may well be a time when people are wanting to hear them again.”

XIII Congreso Centroamericano de Historia (Tegucigalpa – Honduras – Julio 2016)

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Compartimos información del XIII Congreso Centroamericano de Historia a realizarse en Tegucigalpa, Honduras en Julio de este año. Hasta el 15 de marzo se pueden enviar ponencias.

El facebook de la organización es el siguiente: https://www.facebook.com/XIII-Congreso-Centroamericano-de-Historia-460485434162451/timeline

Investigadora del CONICET declaró y aporto 14 fotografías de Lehmann Nitsche del día de la masacre a la investigación por Napalpí

Con el objetivo de promover la apertura de un juicio por la verdad,  la Unidad Derechos Humanos de la Fiscalía Federal del Chaco inició en 2014 una investigación para reconstruir los hechos que tuvieron lugar en la denominada “Masacre de Napalpí” el 19 de julio de 1924. En aquel episodio, más de 300 personas, en su mayoría  integrantes de comunidades indígenas y algunos criollos, que realizaban una huelga en reclamo por una justa retribución por la cosecha de algodón, fueron acribillados por parte la Policía Nacional y grupos civiles armados que respondían a la orden del gobernador del territorio chaqueño, Fernando Centeno.
En este marco, el 3 de febrero prestó declaración Mariana Giordano, Doctora en Historia, Investigadora Independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas de la Argentina (CONICET), docente de la UNNE y actual directora del Instituto de Investigaciones Geohistóricas (CONICET – UNNE).
La historiadora, que ha desarrollado diversas investigaciones sobre los discursos e imágenes de los indígenas del Gran Chaco, con referencias al caso Napalpí, entre las que se destaca sus tesis doctoral “Discurso e Imagen sobre el indígena chaqueno” publicada en 2004, sostiene que la prensa hegemónica de la época ocultó la explotación de indígenas y criollos que ejercían los sectores dominantes en los campos de cosecha, así como el conflicto desatado por la desigualdad social. La situación se vio recrudecida con los reclamos que derivó en la huelga de 1924, llamada por el Estado y  el periodismo oficial como “sublevación” de Napalpí.
No obstante, indicó que hay otros discursos que revelan huellas del sometimiento y la violencia estatal. Específicamente refirió a El Heraldo del Norte/Heraldo chaqueño como “un periódico censurado por el gobierno que dio cuenta de la acción armada del Estado territoriano como respuesta a la huelga” y otros relatos recabados por la investigadora.
Principalmente, Giordano se explayó en la descripción del rol que tuvo la fotografía en la construcción de representaciones del “control” y la “mansedumbre” de las comunidades indígenas y en la justificación de los proyectos estatales de expropiación de tierras y explotación laboral.
Refirió especialmente a un conjunto de 14 imágenes tomadas por el antropólogo Robert Lehmann Nitsche el día de la Masacre en la Reducción de Napalpí y  que fueron relevadas por la investigadora en  el  Instituto Iberoamericano de Berlin (IAI). Insistió en  la “ausencia” de referencia de “violencia explícita” en las imágenes y como contrapartida la reproducción de “un ambiente pacífico con indígenas ‘amigos’ -disciplinados-”.
Sin embargo indicó que pueden referenciarse “ciertas ‘marcas’ o “huellas” de esa violencia  a través del trabajo con la comunidad actual”. Es decir a partir  del análisis de las imágenes en relación al relevamiento de testimonios y la recepción de fotografías en las comunidades que es parte del trabajo que la investigadora ha realizado.
“Los brazaletes blancos que tienen varios de los hombres y mujeres son recordados en la memoria de familiares de los sobrevivientes como la marca que la administración de la Reducción obligaba a poner a los indígenas ‘buenos’, es decir, aquellos que no estaban “sublevados”. Este paño se usó con anterioridad y posterioridad al día de la matanza”, explicita Giordano respecto a una de las imágenes.
Asimismo, la historiadora se detiene una fotografía del conjunto y afirma que remite a la matanza.  La imagen  “muestra un avión con el piloto en la cabina sobre el que se distingue la inscripción ‘2 Chaco’  y delante de él funcionarios, policías con fusiles Winchester y el mismo Lehmann Nitsche”, detalla y en vinculación a ella acota que en prensa opositora al gobierno han referido  justamente “a la presencia de un avión de Aerochaco 2 que sobrevoló la zona en la que se encontraban tobas y mocovíes a la espera de promesas de resolución del conflicto planteado al gobierno territoriano”.
En esas instancias, por tierra y por aire, se perpetró el cruento fusilamiento de los indígenas y criollos cuya lucha y memoria histórica ahora busca ser reivindicada con la apertura de un juicio que podría enmarcar el caso como un crimen de lesa humanidad.
El testimonio de Mariana Giordano se suma al de los sobrevivientes, descendientes y los materiales e investigaciones de otros los historiadores, antropólogos, periodistas y documentalistas citados por la fiscalía  que también investiga la masacre de El Zapallar, ocurrida en 1933.
En esta declaración, la Dra. Giordano entregó al Fiscal diversos textos y materiales a los fiscales para que puedan incorporarse a la documentación probatoria a la investigación. Entre estos se destacan las copias del material fotográfico del legado de Lehmann. Nietsche, con autorización del Instituto Iberoamericano de Berlin (IAI) y una copia en DvD  del documental producido por CONICET “Historias Fotosensibles” (dirigido por Pablo Kuhnert, 2010) que incluye el trabajo de las imágenes con las comunidades.

IV Simposio Internacional – Delitos, policías y justicias en América Latina (Río de Janeiro – 2-4 de marzo 2016)

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Entre el 2 y 4 de marzo que viene se estará desarrollado en el Instituto de História de la Universidad Federal de Río de Janeiro, en el centro de la ciudad, el IV Simposio Internacional, «Delitos, policías y justicias en América Latina» organizado por la Red de Historiadores e Historiadoras del Delito en Las Américas (REDHHA)

A continuación les dejamos el link con el programa final, hacemos extensiva la invitación y les agradecemos la difusión: PROGRAMA FINAL

1919: matanza de obreros, pogrom en el Once y el papel de Juan Domingo Perón

Hernan Schiller para La Izquierda Diario

 

La “Gran Guerra”, que luego fue bautizada como Primera Guerra Mundial (1914-18) para diferenciarla de la “Segunda” (1939-45), paralizó en nuestro país las inversiones. Las dificultades para exportar e importar provocaron carestía y pérdida del poder adquisitivo del salario. En ese cuatrienio de la primera contienda, el salario descendió en la Argentina un 38,2 por ciento, porcentaje más que elevado para aquel entonces. Obviamente, la combatividad obrera creció, estimulada además por la revolución bolchevique en la lejana Rusia y la ola de pronunciamientos proletarios que se habían desatado en el resto de Europa, principalmente las acciones de los espartaquistas en Alemania encabezados por Rosa Luxemburgo.

En 1917 hubo por estas latitudes 136.000 trabajadores en huelga; al año siguiente fueron 138.000, pero en 1919 la cifra subió a más de 300.000.

El 70 por ciento de los huelguistas pertenecía al sector de los transportes, lo que también marcó una diferencia con los movimientos de la primera década, que en su mayoría se daban en pequeñas empresas.

De esos años datan las huelgas de la Federación Obrera Marítima, de los obreros municipales de Buenos Aires y, fundamentalmente, de los trabajadores ferroviarios. Estos últimos revelaron un particular sentido de lucha, al punto de incendiar vagones en Retiro y darles algunas palizas a aquellos funcionarios británicos que se negaban a otorgar los aumentos salariales y mejorar las condiciones de trabajo. En este clima creció el pánico de las clases altas: cada sindicato parecía un soviet; cada huelga, el preludio de la toma del poder por parte de los obreros y cada inmigrante, un revolucionario en ciernes.

El primer gobierno de Hipólito Yrigoyen (1916-22), impotente y contradictorio para alinearse junto al pueblo, mandó a reprimir. Pero la oligarquía, las grandes empresas y los paquidermos periodísticos desconfiaban de Yrigoyen, que había alcanzado el poder con gran apoyo popular, y lo acusaron de favorecer a los huelguistas indiscriminadamente. Así nació la decisión de los “altos intereses en peligro” de crear una fuerza parapolicial que reprima por su cuenta “y con mayor eficiencia que los regulares”.

Los grandes diarios y los círculos conservadores habían entrado en una suerte de miedo superlativo, casi de histeria, denunciando la existencia de soviets, aun dentro de la policía. Y, al estallar una huelga general en los frigoríficos de Berisso y Avellaneda, casi todos de propiedad norteamericana, salieron los primeros grupos de “niños bien”, montados en automóviles último modelo, a reprimir a los “subversivos” y a reclutar rápidamente “crumiros” (como se denominaba entonces a los rompehuelgas)

Los “triunfos” alcanzados por esos jóvenes, fuertemente impregnados por una combinación de difuso nacionalismo y catolicismo, alentó la formación de dos organismos civiles terroristas amparados por las fuerzas sociales y económicas dominantes: “Orden Social” y “Guardia Blanca”, transformados luego en “Liga Patriótica Argentina” y “Comité Pro Argentinidad”, que crearon brigadas armadas con el visto bueno de la policía y el Ejército y el apoyo financiero de la “Asociación Nacional del Trabajo”, entidad patronal presidida por Joaquín S. Anchorena.

La “Liga Patriótica” –la más importante y conocida de esas organizaciones- se “cubrió de gloria”, según La Prensa, en numerosos ataques a centros y reuniones obreras.

Una de esas “proezas” fue el asalto a un local de la FORA (Federación Obrera Regional Argentina), cerca de Plaza Once, donde resultaron dos muertos, uno de ellos el chofer Bruno Canovi. También atacó una pacifica demostración en Gualeguaychú (Entre Ríos), con diversos muertos y heridos como saldo. Y, simultáneamente, asesinó en Rosario a la obrera anarquista Luisa Lallana. Además, en el puerto de Buenos Aires, fue muerto de manera similar el trabajador Ángeles Améndola. Sin embargo aquella ordalía represiva recién alcanzaría su máxima altitud durante la “Semana Trágica” -6 al 13 de enero de 1919-, que dejará como saldo unos 700 muertos y más de 4000 heridos.

“Conspiración”

Los primeros crímenes, en esa semana de dolor pero también de gran espíritu proletario y combativo, fueron cometidos `por los propios uniformados –al disparar sobre los huelguistas reunidos frente a la fábrica metalúrgica de Pedro Vasena e Hijos, en Cochabamba y Rioja, donde hoy se encuentra la plaza Martín Fierro-, pero, con el desarrollo de los acontecimientos y el miedo burgués a la “revolución social”, el jefe de la Segunda División del Ejército, general Luis Dellepiane (el mismo que entre 1909 y 1912 había sido jefe de policía, reemplazando al ejecutado Ramón L. Falcón), no sólo fue llamado a asumir la responsabilidad ejecutiva de la represión, sino que también dio vía libre a los “civiles” para que “colaboren”. Esos “civiles”, que muy poco tiempo después formarían la “Liga Patriótica” y otras estructuras similares, se habían formado en el odio al inmigrante, especialmente los judíos, a quienes acusaban de estar fomentando la “conspiración judeo-maximalista” para “disolver la nacionalidad argentina”.

El antisemitismo estaba muy arraigado en las clases altas de entonces. Algunos ejemplos: en 1890 apareció en La Nación, en forma de folletín, una furiosa novela antisemita llamada La bolsa de Julián Martel; en enero de 1888 (apenas ocho meses antes de morirse), el mismísimo Domingo Faustino Sarmiento publicó varios artículos antijudíos en El Nacional; el diario La Prensa, en distintas oportunidades, manifestó su oposición a que los judíos formen comunas agrarias en Entre Ríos y Santa Fe; y, sobre todo, la “acción” del 15 de mayo de 1910, diez días antes del Centenario, cuando jóvenes de clase alta, salidos de la muy exclusiva “Sociedad Sportiva Argentina” bajo la conducción del barón Demarchi, asaltaron las sedes del Avangard, órgano del “Bund”, agrupación obrera socialista judía, y la denominada “Biblioteca Rusa”, para quemar luego sus libros en Plaza Congreso.

Refiriéndose al antisemitismo de los represores de la “Semana Trágica”, Juan José Sebreli (en el libro La cuestión judía en la Argentina, publicado en 1968 por la editorial Tiempos Modernos) esbozó una interesante reflexión para explicar la xenofobia de la oligarquía de aquélla época: “El mismo odio racial que la burguesía liberal sentía por el mestizo al que trató de sustituir por el inmigrante europeo, se volcó después hacia el propio inmigrante cuando éste se reveló inesperadamente como un dinámico elemento de agitación social”.

(Dicho sea de paso: Sebreli, en el ’68, todavía era considerado un escritor cercano al pensamiento de la denominada “izquierda nacional”, pero años más tarde giró bruscamente hacia posiciones más liberales y de derecha).

El ensañamiento de esos sectores vinculados con el poder contra los trabajadores judíos durante la “Semana Trágica” produjo en América Latina el primer pogrom (vocablo ruso de antigua data que significa «matanza de judíos»). Muchos lo consideraron una suerte de venganza por la acción reivindicativa llevada a cabo por el joven judío Simón Radowitzky diez años antes, aunque el régimen, ya en ese entonces, inmediatamente después de producirse la ejecución del coronel Ramón Lorenzo Falcón el 14 de noviembre de 1909, se había cobrado una buena revancha al encarcelar a más de 3000 obreros y deportar a Europa a centenares de anarquistas y socialistas.

“El arte de insubordinar”

La mayoría de los trabajadores judíos había llegado a estas playas huyendo de las persecuciones desatadas por el zarismo en Rusia hacia fines del siglo XIX y, sobre todo, después del fracaso de la revolución de 1905 (la participación judía en ese pronunciamiento había sido muy elevada y el zar Nicolás II acusó oficialmente a la numerosa comunidad judía de conspirar para derrocarlo). La denominación de “rusos” (en lugar de judíos) en nuestro medio, reiterada hasta el hartazgo en los sainetes, data de ese entonces y se hizo más carne aún cuando la colonia de agricultores judíos de Moisés Ville, en la provincia de Santa Fe –los míticos gauchos judíos- saludó públicamente el triunfo de la revolución encabezada por Lenín en 1917.

Pero las acciones directas de la “Liga Patriótica” también encontraron una sustentación teórico-filosófica que partía de los sectores más reaccionarios de la Iglesia. Monseñor Miguel de Andrea, el mismo que 36 años después se convertiría en uno de los sostenedores espirituales de la llamada “Revolución Libertadora”, lanzó una campaña explicando que “el peligro nacía del hecho de que los trabajadores y las masas populares habían dejado de creer en Dios, en la Iglesia y en el régimen”, en tanto que el obispo Bustos de Córdoba –según La Nación del 25 de noviembre de 1918- produjo una pastoral acerca de la “Revolución social que nos amenaza”. Bustos denunciaba allí a quienes “enseñan el arte de insubordinar y rebelar a las masas contra el trono y el altar para dar por tierra con la civilización cristiana y ceder el puesto a la anarquía imperante”. Ese mismo día (25-XI-1918) el diario Di Idische Tzaitug alertaba: “Los curas comenzaron en Corrientes y Junín. Prosiguieron luego sus sermones contra los socialistas y los judíos, con la ayuda de la policía, por todo Buenos Aires y los suburbios. El domingo organizaron una conferencia similar en la avenida Saénz y Esquiú, rodeado por policías y escoltados por bandidos locales que estaban armados con bastones de acero. Después del mitin partió una manifestación. En Caseros y Rioja pronunció el cura Napal un tenebroso discurso”.

El régimen había decidido así atacar por la fuerza (a través de los parapoliciales que secuestraban, robaban, torturaban y mataban) y, también, tratando de introducir cuñas en el seno del pueblo (a través de una propaganda que llamaba a los argentinos a desoír a los extranjeros) para contrarrestar las ideologías revolucionarias. Pero el pueblo, al menos en esos años, rechazó las provocaciones. Al contrario, en medio de la masacre de la “Semana Trágica” reveló un fuerte sentido unitario.

El Comité Ejecutivo del Partido Socialista convocó a una reunión extraordinaria, declarando que “los obreros no callarán los crímenes”. Por su parte, las dos centrales obreras, es decir las dos FORA, instaron a los trabajadores a proseguir la huelga general por tiempo indeterminado. Los obreros acataron el llamado, abandonando espontáneamente las fábricas y los talleres para convertirse –según La Vanguardia de esos días- “en un mar de olas humanas que rugió su amargura e indignación”.

Mientras tanto, la policía, el Ejército y los “civiles” seguían matando. Los diarios burgueses hablaban de “guerra” y “enfrentamiento” para justificar los crímenes, pero La Vanguardia (9-1-1919) rechazó el argumento: “No ha habido tal combate entre los huelguistas y las fuerzas policiales, sino una cobarde y criminal acechanza tendiente a sofocar la huelga por el terror”.

Los radicales apoyaron la represión a través de su vocero representativo, el diario La Epoca (12-1-1919): “No se trata de un movimiento obrero. Mienten quienes lo afirmar. Mienten quienes pretenden asumir audazmente la representación de los trabajadores de Buenos Aires (….). Y, aun los trabajadores que aparecen complicados en los actos tumultuosos de ayer, han resultado instrumento de los agitadores (…). Se trata de una tentativa absurda provocada y dirigida por elementos anarquistas ajenos a toda disciplina social y extraños también a las verdaderas organizaciones de trabajadores, una minoría contra cuyos excesos basta oponer la firmeza de las gentes partidarias del orden”.

Otro tanto aducían los diarios más representativos del régimen –sobre todo La Prensa y La Nación -y hasta el New York Evening Mail, furiosa expresión de la plutocracia norteamericana de aquellos años, llegó a manifestar su alarma porque “la mano roja del bolcheviquismo se ha alargado hasta el otro lado del Atlántico, empuñando (en la Argentina) la tea, la bomba y el cuchillo”.

“Mueran los judíos”

El sistema, evidentemente, estaba atemorizado, y desde sus distintas expresiones se elevaban demandas en el sentido de expulsar a los “extranjeros indeseables”, “controlar la inmigración”, etc. Varias instituciones proponían campañas de exaltación del sentimiento nacional para oponerse a “esa runfla humana sin Dios, Patria ni Ley” (según consta en el folleto titulado Guía del buen sentido nacional, editado en Buenos Aires en 1920). Esos proyectos se concretaron finalmente con la creación de la “Liga Patriótica Argentina”, que oficialmente decidió erigirse en “institución”, dado “el éxito alcanzado en los días previos para aplastar la conspiración judeo-maximalista”.

Bajo la presidencia de Domecq García se reunieron en el Centro Naval los representantes del Jockey Club, Círculo de Armas, Club del Progreso, Yacht Club, Círculo Militar, Damas Patricias, los obispos Piaggio y el ya mencionado De Andrea y otros distinguidos caballeros. Entre los fines anunciados por la LPA se destacaban: “Estimular sobre todo el sentimiento de argentinidad”; “cooperar con las autoridades en el mantenimiento del orden público, evitando la destrucción de la propiedad privada, comunal y del Estado, contribuyendo a mantener la paz de los hogares”, “inspirar al pueblo amor por el ejército y la marina”.

La nueva entidad llenó la ciudad de afiches –un instrumento de propaganda que aún no estaba muy en boga-, propiciando además la realización de acontecimientos en distintas plazas con la presencia de civiles armados. Los gritos comunes eran: “Fuera los extranjeros”; “mueran los maximalistas”; “guerra al anarquismo”; “mueran los judíos”.

En aquellos días fue detenido un joven periodista judío, Pedro Wald, que trabajaba en el diario Di Presse y también ejercía el oficio de carpintero. La acusación, tan burda que parecía tragicómica, fue aceptada durante bastante tiempo por los voceros del régimen: Wald estaba destinado por los maximalistas a convertirse en el primer presidente del Soviet argentino. Wald fue salvajemente torturado en la 7ª (ubicada en el mismo lugar donde está hoy: Lavalle, entre Paso y Pueyrredón), pero se negó a “confesar”. La intensa movilización popular logró que se lo dejara en libertad y diez años después, en el libro titulado Koshmar (Pesadilla, en idioma ídish), relató algunos episodios de la represión durante la Semana Trágica. Uno de ellos decía: “Salvajes eran las manifestaciones de los ‘niños bien’ de la Liga Patriótica, que marchaban pidiendo la muerte de los maximalistas, los judíos y demás extranjeros. Refinados, sádicos, torturaban y programaban orgías. Un judío fue detenido y luego de los primeros golpes comenzó a brotar un chorro de sangre de su boca. Acto seguido le ordenaron cantar el Himno Nacional y, como no lo sabía porque recién había llegado al país, lo liquidaron en el acto. No seleccionaban: pegaban y mataban a todos los barbudos que parecían judíos y encontraban a mano. Así pescaron un transeúnte: ‘Gritá que sos un maximalista’. ‘No lo soy’, suplicó. Un minuto después yacía tendido en el suelo en el charco de su propia sangre”.

(Dicho sea de paso: la hija de Pedro Wald, Eva, que a los noventa y pico de años todavía sigue ejerciendo su profesión de odontóloga, y su esposo, el ingeniero Carlos M. Radbil, ya fallecido, fundaron conmigo, 58 años después de la “Semana Trágica”, en 1977, el semanario Nueva Presencia, que, según todas las investigaciones, fue una de las pocas publicaciones de superficie que se atrevieron a denunciar a la dictadura videlista en su etapa más criminal. Uno de los objetivos de este semanario fue justamente recuperar la tradición de judaísmo revolucionario y anticapitalista que caracterizó a las masas de trabajadores judíos que pelearon en estas latitudes en los albores del movimiento obrero).

El 10 de enero de 1919, mientras La Protesta, editada clandestinamente, llamaba a los trabajadores a armarse para enfrentar los crímenes del sistema, la “Liga Patriótica” asaltaba los locales de Ecuador 359 y 645, donde funcionaban los centros de los obreros panaderos y de los obreros peleteros judíos. En la avenida Pueyrredón fue atacada la Asociación Teatral Judía, una entidad gremial que nucleaba a los numerosos actores recién arribados al país. Todo lo que había en los locales fue arrojado a la calle y quemado. Los transeúntes, además eran golpeados, mientras la policía montada, en perfecta formación, observaba pasivamente. “No sólo se atacaba a los trabajadores judíos -señaló Wald en su libro-; también se escuchaban (aunque más débiles) exclamaciones contra los españoles (gallegos y catalanes) y contra los extranjeros en general. Sin embargo, el odio contra los judíos tenía un carácter especialmente notorio, global e indiscriminado”.

La persecución estaba organizada metódicamente y dirigida por las propias autoridades. El jefe de policía, el dirigente radical doctor Elpidio González, lanzó el 10 de enero un llamado dirigido a las fuerzas armadas y a las bandas civiles. Las saludaba por la “energía y heroísmo” con que lograron dominar la situación, “dando una lección” a los “elementos disolventes de la nacionalidad”. Dos días después, el 12 de enero, se publicó un comunicado de igual tono firmado por el general Dellepiane, donde expresaba su “profundo agradecimiento” a la “heroica policía y los bomberos” y a “la ciudadanía”, que colaboraron junto al ejército para “aplastar el brutal levantamiento”.

Fósforos y alfileres

José Mendelsohn, un joven periodista que venía de las colonias agrarias del Interior, testimonió en Di Idishe Tzaitung (10-1-19) el salvajismo de esos días:

“Pamplinas son todos los pogroms europeos al lado de lo que hicieron con ancianos judíos en la calle, en las comisarías 7ª y 9ª y en el Departamento de Policía. Jinetes arrastraban a viejos judíos desnudos por las calles de Buenos Aires. Les tiraban de las barbas, de sus grises y encanecidas barbas, y cuando ya no podían correr al ritmo de los caballos, su piel se desgarraba raspando contra los adoquines, mientras los sables y los látigos de los hombres de a caballo caían y golpeaban intermitentemente sobre sus cuerpos (…). Pegaban y pegaban espaciosamente y torturaban metódicamente para que no desfallecieran las últimas fuerzas, para que no se prolongaran sin fin los sufrimientos. Cincuenta hombres, ante el cansancio de azotar, se alternaban para cada prisionero, en tanto que la ejecución proseguía desde la mañana hasta pasado el mediodía, desde el atardecer hasta la noche y desde la noche hasta que despuntaba el día. Con fósforos quemaban las rodillas de los arrestados, mientras atravesaban con alfileres sus heridas abiertas y sus carnes emblandecidas (…). En la comisaría 7ª, los soldados, vigilantes y jueces encerraban en los baños a los presos (en su mayoría judíos) para orinarles en la boca. Los torturadores gritaban: viva la patria, mueran los maximalistas y todos los extranjeros”.

La interna judía

Todos estos hechos agitaron, naturalmente, lo que hoy llamaríamos la “interna judía”, ahondando y potenciando la lucha de clases. La derecha de la colectividad, representada de algún modo por la Congregación Israelita (sector religioso conservador de origen alemán), hizo lo imposible por tomar distancias de los socialistas y anarquistas judíos. Con ese objetivo difundió un comunicado que firmaron también otras entidades judías “de beneficencia” para invocar “la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia”, el cese de las persecuciones “indiscriminadas” y, fundamentalmente, “que la Justicia sea inexorable y severa con los malhechores a quienes repudiamos”. Y finalizaba con esta sentencia: “Que los inocentes no sean perseguidos”.

Los judíos “malhechores” y “culpables” no ocultaron su indignación y repudiaron esta agachada de la derecha judía. Derecha a la que no le sirvió de nada arrodillarse ante los poderes públicos, ya que el jefe de policía, en primera instancia, rechazó el reclamo de la Congregación Israelita, justificó las atrocidades y respondió que los presos y los muertos “no tenían perdón porque eran anarquistas y tratantes de blancas”. Los judíos de izquierda, particularmente los socialistas del “Bund” y los anarquistas, además de numerosos intelectuales que solían expresarse tanto en ídish como en castellano, repudiaron esta claudicación.

Un escritor, A. Koriman, que formaba parte del Comité Central de Ayuda a las Víctimas de la Guerra, rechazó el 19-1-1919 (en el diario Di Presse) la actitud del judaísmo oficial: “Sostengo que en los trágicos días debíamos haber publicitado con mucho mayor dignidad y energía nuestros sentimientos y pensamientos, tal como fue hecho por diversos escritores anónimos y representantes del movimiento obrero. No hay que arrodillarse ante los bárbaros, que actuaron en forma tan brutal, asaltando hogares, arrestando a centenares y centenares de trabajadores, utilizando viles calumnias y maltratando y pegando a mujeres y niños indefensos. Nuestra protesta debió haber sido clara y precisa. Se debió haber culpado a la policía como la responsable de las brutalidades cometidas. Ella apoyó a los falsos patriotas que, con la bandera argentina en sus manos y entonando el Himno Nacional, marchaban por los barrios pidiendo nuestra muerte. Todas las salvajes arbitrariedades fueron cometidas por la policía o apoyadas por ella”.

Por su parte los socialistas judíos del Avangard también denunciaron a los judíos claudicantes y reiteraron sus acusaciones contra las fuerzas represivas: “La policía y el ejército no solo permitieron el criminal pogrom contra los judíos, sino que con sus armas ayudaron a perpetrar las salvajes acciones de la Guardia Blanca. La organización Avangard ve en esto la oscura política del gobierno radical, que se asemeja a la ya desaparecida política pogromista del ex gobierno zarista en Rusia, y declara que con mucha energía y decisión proseguirá con su militancia socialista para el logro de una vida mejor en la Argentina”.

Acalladas la violencia y la represión, algunos representantes de la inteligencia nacional trataron de aproximarse a la verdad.

José Ingenieros, por ejemplo, autor, entre otros, de Las fuerzas morales,La simulación en la lucha por la vida, Psicología genérica, El hombre mediocre y tantos otros (políticamente vinculado con el Partido Socialista, aunque en 1897 había colaborado en el periódico anarquista La Montaña), alertó, desde la revista Vida Nuestra, Nº 7, de enero de 1919, sobre las bandas reclutadas también entre “los estudiantes y ex alumnos de los colegios jesuíticos, que son manejados por algunos sacerdotes que hacen política clerical militante al servicio de las clases conservadoras”.

Pero la burguesía no se aquietó y sin bajar el brazo represor, sus sectores menos recalcitrantes admitieron que “la única manera de parar la marea social es haciendo algún esfuerzo para saciar la apetencia de las masas”. Así, a instancias del Episcopado argentino y bajo el lema “Pro paz social”, la Unión Popular Católica Argentina lanzó la idea de una gran colecta destinada a reunir fondos para “un plan de obras, viviendas, ateneos, servicios sociales e institutos de enseñanza para la clase obrera”. Fruto de esa contribución de las clases pudientes de Buenos Aires fueron, entre otros, la Casa de la Empleada y el Ateneo de la Juventud.

El animador principal de la campaña fue el propio Miguel de Andrea, el mismo que meses antes había sido uno de los artífices de la creación de la Liga Patriótica y el estímulo espiritual y religioso de la feroz represión antiobrera.

En medio de esa vorágine oportunista para frenar la revolución social, el periódico anarquista La Protesta, todavía en la clandestinidad, llamó a los trabajadores a no dejarse encandilar por los cantos de sirena y a “proseguir la lucha contra el Estado, la policía, los militares, la burguesía, la religión y todos los demás factores que oscurecen la libertad del ser humano”.

El papel de Perón

En su libro Masas, caudillos y elites, el historiador Milcíades Peña (1933-1965), al documentar los pormenores de la represión en la “Semana Trágica”, señaló que “frente a la fábrica, donde se había iniciado la huelga, un destacamento del ejército ametralló a los obreros. Lo comandaba un joven teniente llamado Juan Domingo Perón”. Osvaldo Bayer, en reiteradas ocasiones, ha dicho algo parecido.El laborista, uno de los numerosos diarios de la cadena gubernamental que se consolidó durante el primer peronismo, en su edición del 2 de mayo de 1948, reprodujo en forma in extensa el discurso que Perón había pronunciado el día anterior en Plaza de Mayo. En esa alocución al pueblo, el Presidente admitió haber montado guardia el 10 de enero de 1919, frente a la fábrica Vasena, “al día siguiente de los sucesos”.

Por su parte, el comisario de la 34ª José R. Romariz, que en enero del ’19 había conducido la represión en la Boca, muchos años después, en 1952, publicó un libro sobre la “Semana Trágica” en el que justificó las masacres, culpando al mismo tiempo a los “judíos bolcheviques” de haber desencadenado la “subversión”. También describió cómo “los cadáveres eran rápidamente incinerados conforme a indicaciones del general Dellepiane”. El libro lo dedicó a Perón y Evita.

Perón, que había ingresado al ejército en 1911, cumplió durante la “Semana Trágica” funciones de encargado del arsenal Esteban de Luca, ubicado en un amplio predio de la zona de Pichincha y la avenida Garay.

Su función era asegurar la provisión de municiones para las tropas. El escritor Tomás Eloy Martínez, en su libro “La novela de Perón”, reprodujo las extensas declaraciones que le formulara el líder justicialista en Puerta de Hierro a principios de la década del setenta.

Entre otras cosas, Perón le destacó que, en esos días (de enero del ’19), “tuve muchísimo trabajo, porque solo en la ciudad de Buenos Aires estaban acuartelados entre ocho y diez regimientos; y, tal como se esperaba, los funerales degeneraron en combates callejeros y murieron más de 600 personas”.

En el mismo libro, Martínez transcribió otros conceptos de Perón sobre los sucesos de 1919 que algunos consideraron una verdadera confesión:

“… el capitán Bartolomé Descalzo, uno de los mejores jefes que ha tenido nuestro ejército, me dijo al despedirse: ‘estamos entrando en la oscuridad, teniente Perón. A las puertas de nuestra casa golpea la más atroz de las tormentas y el Presidente (Yrigoyen) no quiere o no sabe oírla. En Europa, la guerra ha terminado con la derrota del mejor ejército del mundo. Los anarquistas vuelven ahora sus ojos hacia nosotros’. Estas palabras del jefe militar me emocionaron. Y le pedí un favor personal: cuando llegue la hora de hacerle frente a ese enemigo, llámeme. Quiero pelear a su lado, mi capitán” (…). “Mi antiguo profesor Manuel Carlés, apoyado por el almirante Domecq García, fundó la Liga Patriótica Argentina, en la que se inscribieron muchos jóvenes católicos y nacionalistas. Disponían de una tropa de choque cuya misión principal era poner en vereda a los agitadores extranjeros. A veces usaban métodos violentos, pero eran bien intencionados…”

De acuerdo al relato del historiador Leónidas Ceruti, en la década del cincuenta, una vez demolidos los establecimientos de la metalúrgica Vasena, se levantó en esos terrenos una plaza, que se propuso llamar “Parque Mártires de la Semana Trágica”, pero el dirigente metalúrgico Augusto Timoteo Vandor se opuso y decidió que se denominara “Plaza Martín Fierro”, que se mantiene hasta el día de hoy.

El 1º de mayo de 1952, en Buenos Aires, el presidente Perón participó de un acto organizado por la UOM en esa plaza para colocar una placa en homenaje a los caídos en 1919. En esa oportunidad, Perón expresó:

“…se ha dicho en la campaña electoral que yo tuve intervención durante la semana de enero. Yo era teniente y estaba en el arsenal de guerra. Hice guardia acá precisamente, al día siguiente de los sucesos. Pude ver entonces la miseria de los hombres, de esos hombres que fingen y de los otros que combaten a la clase trabajadora. Allí, una vez más, reafirmé el pensamiento de que un soldado argentino, a menos que sea un criminal, no podría jamás tirar contra su pueblo…”

El escritor y militante anarquista Diego Abad de Santillán, dirigente de la FORA del V Congreso, en un reportaje que le efectuara la revistaPanorama, se refirió a los cambios del discurso de Perón según las circunstancias. Y acotó:

“Categóricamente, entre los oficiales del ejército que reprimieron a los manifestantes en esa sangrienta jornada se encontraba el joven teniente Juan Domingo Perón. Quizás ahí delineó su política demagógica, al concluir que la represión solo produce el divorcio entre el gobierno y el pueblo”.

Muchos años después, en su libro “Perón, la Triple A y los Estados”, el destacado periodista rosarino Carlos del Frade, documentó minuciosamente el protagonismo del entonces presidente de la República en la creación de la banda terrorista parapolicial Alianza Anticomunista Argentina.

No son pocos los que dicen que la Triple A del ’73 auspiciada por Perón fue inequívocamente una continuación de la Liga Patriótica del ’19, que en este caso Perón no creó, pero sí elogió.

Fallece Umberto Eco a los 84 años de edad

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Triste noticia para la cultura, Umberto Eco ha muerto

Ha fallecido el famoso escritor de ‘El nombre de la rosa’ Umberto Eco a la edad de 84 años, informa el diario italiano ‘La Repubblica’. La muerte fue registrada a las 22:30 (hora local). Umberto Eco escribió numerosos ensayos sobre semiótica, estética medieval, lingüística y filosofía, así como novelas diversas novelas, entre ellas: ‘La misteriosa llama de la Reina Loana’, ‘El péndulo de Foucault’ y ‘El cementerio de Praga’.

Nació en Alejandría (norte de Italia) el 5 de enero de 1932. Umberto Eco fue un semiólogo, filósofo y escritor prolífico. En 1988 fundó el Departamento de Comunicación de la Universidad de San Marino. Desde el 2008 era profesor emérito y presidente de la Escuela Superior de Humanidades de la Universidad de Bolonia.

https://actualidad.rt.com/ultima_hora/200107-fallece-umberto-eco-escritor

Morto lo scrittore Umberto Eco – La Repubblica Umberto Eco è morto. E il mondo perde uno dei suoi più importanti scrittori contemporanei. Aveva 84 anni. La conferma della scomparsa dell’autore de «Il nome della Rosa» e de «Il pendolo di Focault» è stata data dalla famiglia aRepubblica. La morte è avvenuta alle 22.30 di ieri sera nella sua abitazione.

Nato ad Alessandria il 5 gennaio del 1932, Umberto Eco era un semiologo, filosofo e prolifico scrittore. Nel 1988 aveva fondato il Dipartimento della Comunicazione dell’Università di San Marino. Dal 2008 era professore emerito e presidente della Scuola Superiore di Studi Umanistici dell’Università di Bologna.

Umberto Eco ha scritto numerosi saggi di semiotica, estetica medievale, linguistica e filosofia, oltre a romanzi di successo.
Dal 12 novembre 2010 Umberto Eco era socio dell’Accademia dei Lincei, per la classe di Scienze Morali, Storiche e Filosofiche.

L’ultimo suo libro, pubblicato nel 2015, proprio il giorno del suo compleanno è stato «Anno Zero» , pubblicato da Bompiani. Un libro ambientato nel 1992 che parla di una immaginaria redazione di un giornale, con forti riferimenti alla storia politica, giornalistica, giudiziaria e complottistica italiana, da Tangentopoli a Gladio, passando per la P2 e il terrorismo rosso.

L’ultima sua intervista fu a Repubblica fu lo scorso 24 novembre quando lo scrittore decise insieme a Sandro Veronesi, Hanif Kureishi, Tahar Ben Jelloun di non pubblicare più per il nuovo colosso controllato da Segrate, pur essendo tra i migliori della scuderia Bompiani. E  di seguire Elisabetta Sgarbi in una nuova avventura, «La nave di Teseo».

Presentación en la Casa de Galicia de Madrid del libro ‘Francisco Pizarro. El hombre desconocido’

Ediciones Nobel les invita a la conferencia Francisco Pizarro según el cronista gallego Juan de Betanzos que el próximo martes 23 de febrero impartirá  la doctora en Historia de América de la Universidad Complutense de Madrid María del Carmen Martín Rubio a las 19.30 horas en la casa de Galicia de Madrid.
Durante la charla la prestigiosa historiadoratambién aprovechará para presentar su última publicación Francisco Pizarro. El hombre desconocido, una obra que levanta algunos de los mitos y leyendas que arrastra el conquistador y descubridor extremeño.
Conferencia de la historiadora Carmen Martín Rubio sobre

Francisco Pizarro en la Casa de Galicia de Madrid

La doctora en Historia de América de la Universidad Complutense de  Madrid María del Carmen Martín Rubio ofrecerá el próximo martes 23 de febrero una conferencia sobre el descubridor extremeño que lleva por título ‘Francisco Pizarro según el cronista gallego Juan de Betanzos’

Día: 23 de febrero

Hora: 19:30 horas

Lugar: Casa de Galicia, C/ Casado del Alisal, 8, Madrid

La historiadora y doctora en Historia de América por la Universidad Complutense de Madrid y también profesora honoraria de varias universidades andinas, María del Carmen Martín Rubio, pronunciará el próximo martes 23 de febrero una conferencia en la Casa de Galicia de Madrid de título ‘Francisco Pizarro según el cronista gallego Juan de Betanzos’. Martín Rubio, que ha publicado en Ediciones Nobel el libro Francisco Pizarro. El hombre desconocido, es una de las grandes conocedoras de las luces y las sombras del célebre descubridor y conquistador de Perú.

Francisco Pizarro. El hombre desconocido es una biografía sobre el conquistador nacido en Trujillo (Extremadura) donde se plantean varias preguntas esenciales: ¿Es Francisco Pizarro realmente el ignorante y embrutecido colonizador ávido de riquezas que describen muchas crónicas o solo un soldado de su tiempo que trata de contemporizar entre los diversos poderes e intereses a los que se enfrenta? ¿Realmente buscó la ejecución del Inca Atahualpa o le repugnó tanto que le vieron llorando durante su muerte? ¿Era tan pobre que tuvo que cuidar cerdos en su infancia o solo un hombre sencillo más?

En sus páginas encuentran respuesta todos estos interrogantes. En ellas descubriremos, además, que Francisco Pizarro fue fruto de los furtivos amores mantenidos entre la campesina Francisca González y el capitán Gonzalo Pizarro. Por tanto, tuvo genes plebeyos e hidalgos. Sin embargo, muy pronto primaron en él los paternos, ya que a los diecisiete años éstos le indujeron a seguir la carrera militar.

En las páginas de este libro se ponen también de manifiesto la infinidad de dificultades que hubo de vencer hasta lograr su objetivo y los amores con dos princesas andinas, todo ello reflejado bajo su propia voz con el fin de que sea el lector quien establezca la opinión que le merece tan discutido personaje.

Para más información contacte con:

Iván Alonso / Beatriz Muñoz

Comunicación Ediciones Nobel

985274696

ialonso@edicionesnobel.com / comunicacion@paraninfo.es

Las campañas electorales de la Antigua Roma

Por Álvaro López Franco

NOTA DE DESCUBRIR LA HISTORIA

En España estamos inmersos en un proceso electoral con motivo de las elecciones generales que se celebrarán el próximo 20 de diciembre. Las ciudades han quedado empapeladas con carteles de los diferentes partidos políticos, y por todas partes se percibe con claridad que estamos en un proceso electoral. Sin embargo, esto no es algo nuevo, y como otras muchas cosas, en nuestra tradición encontramos un origen en la Antigua Roma, donde ya era común la propaganda electoral como forma de comunicación.

Inscripción de una taberna pompeyana
Inscripción de una taberna pompeyana

En Roma no era una costumbre habitual hacer mítines, aunque sí se utilizaban otros métodos que nos recordarán bastante a los que hoy en día se practican. Por ejemplo, aunque no se pegaban carteles, sí que se hacían pintadas en las paredes, sobre fondos previamente encalados, en colores rojos o negros. En ellos se publicaban mensajes favorables a uno u otro candidato, pero también criticando a los opositores.

Por otro lado, en el tratado político de CicerónCommentariolum Petitionis recoge la estrategia que debían mantener los candidatos para tener éxito electoral. En él se explica, por ejemplo, que era preciso ir al Foro —espacio donde se desarrollaba gran parte de la vida pública en las urbes romanas— todos los días a la misma hora para que los ciudadanos se pudieran dirigir a ellos y preguntar todo lo que quisieran. Además, esto permitiría que le hicieran peticiones, a las que deberían tratar de responder siempre favorablemente. Esto también nos recordará bastante a la actualidad, ya que los políticos suelen prometer muchas cosas, aunque luego no las cumplan.

También cabría destacar, y sólo por poner un ejemplo más, que muchas veces los candidatos trataban de demostrar la riqueza de sus familias —que, en numerosas ocasiones, tenían una larga tradición en el ejercicio de los cargos públicos— a través de mecanismos que hoy nos parecerían un tanto escatológicos. Por ejemplo, la ubicación de tumbas llamativas en la Vía Apia y Flaminia con el fin de que todos los visitantes a la ciudad y los habitantes de la misma pudieran ver el poder de las diferentes familias.

Esto quizá nos sirva para pensar que la propaganda electoral no es algo nuevo y saber que, aunque las formas se vayan modernizando, nuestra tradición mantiene unas raíces en relación con la política que proceden de las mismas entrañas de la Antigua Roma.

Fuente

Bravo Bosch, M. J. (2010). La publicidad electoral en la Antigua Roma. Revue internationale des droits de l’antiquité, (57), 103-129. Disponible en:http://local.droit.ulg.ac.be/sa/rida/file/2010/09.BravoBosch.pdf

Amor y cariño:fotos antiguas de parejas gays (en inglés)

http://dangerousminds.net/comments/vintage_photos_of_gay_and_lesbian_couples

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A couple’s photographic portrait is an affirmation of their relationship. It states for all to see: “We love each other. We care for each other. We are proud of who we are together.”

During the Victorian era many gay and lesbian couples proudly expressed their love for each other in studio portraits. Unlike the common belief that such relationships were “the love that dare not speak its name,” as Oscar Wilde so famously described same sex attraction in his poem “Two Loves,” gays and lesbians often dared to show their love. Indeed, many gay and lesbian couples more or less lived openly together throughout their lives. This was far easier for women than for men as women were expected to live together if they were not married, or to live with the euphemistically termed “female companion.”

Men, no historical surprises here, had their own haunts for meeting like-minded souls. In London these could be found in the “Molly houses” and gentlemen’s clubs or pick-ups haunts at Lincoln’s Inn, or St. James Park or the path on the City’s Moorfields, which was charmingly referred to as “Sodomites Walk.”

Theaters and circuses were also well-known dens of homosexual activity—this can be traced all the way back to Elizabethan England, when male prostitutes plied their trade at theaters.

The armed forces, in particular the Royal Navy was notorious for gay relationships—understandable with all the horny seamen looking for any port in a storm. Apparently word got around.

It is a moot point that the change in public attitude towards homosexuality commenced with the Labouchere Amendment to the Sexual Offences Act in 1885, which “prohibited gross indecency between males.” This was the law under which Wilde was infamously prosecuted and the law that heightened discrimination against gays.

Before that there had been the Buggery Act—against anal penetration and bestiality—which was introduced during the reign of Henry VIII. This led to numerous executions (hangings) and imprisonments. It was briefly repealed, then reinstated by Elizabeth I. However, there were few prosecutions under the act and it was repealed again in 1828—though “buggery” remained a capital offense. James Pratt and John Smith became the last two men to be executed for buggery, in 1835.

The Labouchere Amendment outlawed homosexuality and made it more difficult for gay men to live the lives they desired. Labouchere did not include lesbians in the act as he believed drawing attention to lesbianism would only encourage sapphic desires amongst most Victorian women.

So even when gay relationships were outlawed in England, they still thrived in open secret. In America, the sodomy laws varied from state to state. What one state tolerated or had no opinion about, another state punished. However, as with England in the Victorian era, America gay and lesbian couples would often openly express their love for each other in portrait photographs.

This collection of beautiful, brave people gives us a small visual history of LGBT relationships from the 1860s-1960s. Many of the couples are unidentifiable, but where possible their names have been given. (Editor writes: Mild disclaimer: Of course it’s difficult to say that in all cases these photos are of gay couples.)

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Anna Moor and Elsie Dale, 1900.

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American couple circa 1880s.

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Charlotte Cushman and Matilda Hays, circa 1850s.

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Oscar Wilde and Lord Alfred Douglas, 1893.

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‘The Darned Club’ October 29, 1891.

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Isabella Grace and Florence Elizabeth stand on the balcony of 5 Princes Gardens, London, circa. 1862.

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American couple 1875.

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Couples at Dyke Lumber, 1925

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Victorian couple circa 1880s.

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Couples at the Chez Moune nightclub, the longest-running lesbian club in Paris, circa 1960.

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A 41 años del inicio del Operativo Independencia

La Gaceta recorrió los lugares donde se llevó a cabo. Video.

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«Si estos ladrillos pudieran hablar», suspira Juan Jiménez. El calor tucumano de febrero parece agobiarlo. Frente a él, como un mudo vigilante, miles de ladrillos se amontonan unos sobre otros formando lo que alguna vez fue la «chimenea mota» de Caspichango.
La vegetación esconde su entrada -costó abrirse paso en el monte-. Juan recuerda que alguna vez hubo un campo abierto allí. Un campo donde jugaban a la pelota con los «muchachos», un campo donde aterrizaban helicópteros militares en los setenta.
Jiménez es sobreviviente de la última dictadura militar. El 18 de octubre del ’76, un grupo que él identifica como fuerzas de seguridad policial, lo secuestró de su casa en medio de la noche. Durante siete meses fue víctima de torturas y permaneció privado de su libertad en condiciones infrahumanas. Después de su liberación logró identificar el lugar donde lo retuvieron como la «Escuela General Lavalle», de la ciudad de Famaillá. «A mí me llevaron durante la dictadura, pero los secuestros y las desapariciones de los compañeros comenzaron mucho antes», asegura.
El 9 de febrero del ’75 se inició el Operativo Independencia a partir de un decreto firmado por la entonces presidenta, María Estela Martínez de Perón. Cerca de 3.000 soldados se instalaron en el sur de la provincia de Tucumán, en los pueblos ubicados a lo largo de la Ruta 38. El comando táctico se estableció en Famaillá, y la V Brigada del III Cuerpo del Ejército, al mando de Acdel Vilas (y posteriormente, de Antonio Domingo Bussi), se encargó de poner en marcha el plan.
Al poco tiempo, Vilas creó en la Escuela Diego de Rojas, de Famaillá, el primer Centro Clandestino de Detención del país. Por allí pasaron más de 1.500 personas. La mayoría sufrió torturas, y muchos fueron asesinados y desaparecidos.
Este año, 41 años después del inicio del Operativo Independencia, tendrá lugar el juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en ese contexto. El debate oral iniciará el 5 de mayo en la sala de audiencias del Tribunal
Federal de Tucumán. Será el juicio por delitos de lesa humanidad más grande de la provincia:  fueron 269 las víctimas, y hay 15 imputados y 15 querellas.
La acusación, a cargo del Ministerio Público Fiscal, describe la envergadura del despliegue territorial militar como parte de un plan represivo extendido a toda la población civil de la región. Con el pretexto de combatir un minúsculo grupo insurgente, se puso en marcha un operativo mucho más ambicioso: buscaba acallar las voces de disenso y destruir el movimiento social tucumano, según consta en el expediente.
La Fiscalía buscará probar que durante el Operativo los militares pusieron en práctica los métodos de la llamada «guerra contrarrevolucionaria», aprendida en las escuelas norteamericanas y francesas en el marco de la Doctrina de Seguridad Nacional. Estas técnicas incluyeron acciones de terrorismo encubiertas, secuestros, asesinatos, la práctica sistemática de la tortura durante los interrogatorios y la extensión del teatro de operaciones a la población civil. Para su implementación crearon un ejército clandestino paralelo y articulado con la estructura oficial, un feroz aparato de inteligencia y represión.

Nueva colección de libros de historia ‘Contexto Histórico’ se presenta mañana en la Universidad Carlos III de Madrid

Ediciones Paraninfo les invita a la presentación del libro Carlos V. Imperio y frustración, del profesor de la universidad Carlos III de Madrid David García Hernán, que tendrá lugar mañana 9 de febrero a las 18.30 horas en el Aula Magna de la Universidad Carlos III de Madrid.

Con Carlos V. Imperio y frustración Ediciones Paraninfo inaugura la colección Contexto Histórico, una serie de libros firmados por profesores universitarios que pretende analizar la historia desde el presente con perspectiva cultural, ideológica e internacional a lectores interesados en los grandes temas históricos. El Siglo de Oro, la Guerra Civil española, el auge de los totalitarismos en el siglo XX o el imperio romano vistos y estudiados con múltiples perspectivas para entender cómo sucedieron los procesos históricos que a veces se explican de forma  o demasiado breve o, por el contrario, muy especializada.

Les adjuntamos nota de prensa sobre la colección Contexto histórico y el libro e invitación al acto de presentación.

Día: Martes 9 de febrero.

Hora: 18.30 horas.

Lugar: Universidad Carlos III de Madrid. Aula Magna. Edificio Rectorado. C/ Madrid, 126, 28903, Getafe (Madrid).

https://drive.google.com/file/d/0B2uxHA0anTHvc2duVWVkNzNJMzR0amVPUUs4MzhWeG5rNWk0/view?usp=sharing

Nota de prensa

Francisco Laureana, el sátiro que pasó casi desapercibido en la historia criminal

Por: Fernanda Jara fjara@infobae.com

El accionar del violador y asesino serial que aterrorizó San Isidro en los 70 fue opacado por la situación política y social de la convulsionada época. Lo delató una perra

Existen sólo tres fotografías de Francisco Antonio Laureana (22) y todas fueron tomadas por peritos forenses en la morgue, antes de la necropsia. La mirada fría de su cuerpo sin vida no distaba de la que tuvo mientras vivía, según un testigo que aportó datos claves para realizar el identikit con el que prácticamente se empapeló la zona norte de la provincia de Buenos Aires. Los investigadores le adjudican quince violaciones y trece crímenes, entre 1974 y 1975, pero no pudieron saberlo con certeza porque ese cazador de mujeres y niñas fue acribillado a balazos antes de que pudiera confesar.

Las portadas de los diarios le dieron un espacio a su muerte y lo apodaron «el sátiro de San Isidro». En esas lineas lo describían como un inhumano que mataba a sangre fría y con absoluta premeditación: señoritas y niñas de ese barrio que tomaban sol en casas coquetas o que esperaban algún colectivo, al igual que las pequeñas que jugaban en los jardines, eran el blanco fácil de aquel maleante. «Fue uno de los criminales que más daño le hizo a la sociedad, peor que Robledo Puch», reflexionó en una oportunidad Ricardo Canaletti, periodista especializado en policiales, sobre el hombre que terminó baleado en el fondo de una casa ubicada en Esnaola 666.
«La policía de la provincia de Buenos Aires solicita al vecindario, en el caso de observarse circular por las arterias de la zona a personas cuyas características fisionómicas guarden similitud con la imagen, se de inmediato aviso telefónico a la dependencia mas cercana», decía el texto que acompañaba esta imagen
Laureana nació en Corrientes en 1952, su infancia trascurrió como interno en un colegio católico en la ciudad de Corrientes, fue seminarista en una orden religiosa, lugar del que huyó luego de haber violado y ahorcado a una monja en las escaleras del establecimiento. La dejó colgada del techo con una soga. Luego de eso –quizás su primer crimen– se mudó a Buenos Aires en julio de 1974 y se instaló en San Isidro, donde vendía aros, pulseras y collares que él mismo hacía. Al poco tiempo, fue a vivir con una mujer que tenía tres hijos. «No saques a los pibes porque hay muchos degenerados sueltos», le aconsejaba.
Casi todos los miércoles y jueves cerca de las 6 de la tarde una mujer o una niña en la ciudad desaparecían y sus cuerpos eran encontrados poco tiempo después en baldíos, con signos de haber sido violadas y asesinadas salvajemente: las estrangulaba o las baleaba con un revólver calibre 32, contó el escritor Rodolfo Palacios en un articulo sobre «el asesino puntual».
Su modus operandi incluía el robo de objetos personales de las victimas, como un anillo, una pulsera, una cadenita, etc., que guardaba como un trofeo en una bota que tenía en la casa que compartía con su mujer e hijos. Quienes analizaron su conducta aseguraron que «en ocasiones regresaba al mismo lugar para revivir el momento del crimen». Señal de una mente morbosa y siniestra.
El crimen más aberrante
 
Dos niñas de 5 y 7 años, hijas de un matrimonio joven, fueron asesinadas a fines de enero de 1975. Una tarde, alrededor de las 17:30, la madre de las pequeñas había salido a hacer las compras por los comercios cercanos y al regresar se encontró con el peor panorama: el cuerpito de Carmen, su hija de 5 años, estaba tendido en el suelo del comedor con signos de haber sido estrangulada. Presa de un ataque de nervios, salió a la calle a pedir socorro a sus vecinos y al retornar con ellos a la casa vio que en la cama matrimonial yacía el cuerpo de Nora, su otra niña de 7 años. Tenía una almohada tapándole la carita. Al quitarla vieron que un disparo en la frente la había matado.
Unas horas más tardes, una vecina declaró a la policía que había escuchado un ruido en aquella vivienda y que se acercó para ver qué pasaba, pero solo vio a un hombre alejarse de esa casa. «Como levantó la mano para saludar creí que sería uno de los tíos» de las menores. Cuando mataron a Laureana, la testigo fue a la morgue y lo reconoció como la persona que vio aquel día.
«Jamás olvidaría ese rostro»: identikit y caída del «sátiro»
Hubo un testigo clave en este caso: el hombre que se topó con Laureana luego de que cometiera uno de sus aberrantes crímenes. Lo vio saltando un techo y recibió varios disparos como respuesta, pero resultó ileso. De inmediato, aportó datos para que se dibujara el identikit y de ese modo poner en alerta a toda la sociedad. Había un asesino y sátiro suelto. «Jamás olvidaría ese rostro y esa mirada», aseguró a los peritos que lo dibujaron.
«Altura: 1,70; andar: ágil y esbelto; acento: norteño o de país limítrofe», decía la descripción del retrato policial, dibujo gracias al cual finalmente cayó luego de haber sido reconocido por una vecina que lo vio merodeando su casa. «(…) una mujer domiciliada en Tomkinson observó en actitud sospechosa detrás de un alambrado a un individuo joven que vestía de sport. El sospechoso había entrado por un camino, propiedad de la mujer, que colinda con una mansión en cuya pileta de natación había mujeres y niñas bañándose», informó el caso la revista policial Asípublicada el 4 de marzo de 1975. Esa misma publicación detalla el accionar delictivo y levanta testimonio de quienes fueron protagonistas de la redada. Dijo entonces el sargento Domingo Ledesma: «Era ágil y saltaba los cercos como un gato, pero no pudo despistarnos; (…) lo seguimos hasta que lo vimos desaparecer en una casa de la calle Esnaola», donde minutos después fue abatido.
Rina, la perrita que ayudó a la policía a encontrar a Francisco Laureana, junto al casero que fue testigo de la muerte del delincuente.
Por su parte, el casero de ese domicilio, Ciro Sandoval, mostró el lugar donde Laureana murió y aseguró a la revista: «Mi perra marcó el lugar donde se había escondido el delincuente». Y así fue. El hombre se escondió, primero, en el parque de la vivienda que estaba rodeada de árboles; luego buscó refugio en una habitación externa de la casa que usaban de depósito de víveres y donde había algunas gallinas. Fue allí donde Rina lo «marcó» y comenzó a ladrar hasta que los efectivos lo vieron y dispararon. Nunca pudo saberse si hubo un enfrentamiento o si Laureana estaba desarmado. «Mi perrita marcó un bulto y entonces se escuchó un disparo. Ahí estaba, bañado en sangre. Irreconocible».
 
«Era un buen hombre»
La mujer de Francisco Laureana declaró que jamás vio actitudes sospechosas ni extrañas en su marido. «Lo único malo de él era que ‘conducía como un loco’ un viejo Fiat, por lo que nadie lo quería acompañar. (…) Cada vez que salía me pedía que cuidara a los chicos ‘porque hay muchos locos sueltos en la calle'». Al momento de allanar su casa, en el interior de una bota, encontraron los anillos y aros que había robado a sus víctimas y que celosamente guardaba para recordarlas.
En ese mismo tono se expresaron la hermana y la madre del hombre que fue abatido: «El rostro del identikit en nada se parece a mi hermano (…) solo yo sé que Francisco era un excelente hermano y muy buen padre de familia», dijo a la revista Así la joven. Por su parte, la mujer se quejó sobre el accionar policial: «Tendrían que haberlo interrogado en vez de matarlo, pero ahora estando muerto quién sabe si es él el sátiro que buscaban. Mi hijo fue inocente».
El destacado perito forense Osvaldo Raffo estuvo a cargo de practicarle la necropsia. En las imágenes (arriba de este texto) se lo ve midiendo la altura del criminal y esa imagen es altamente impactactante: Francisco Antonio Laureana murió con los ojos abiertos. Su mirada fría y penetrante, quizás la misma que vieron sus victimas, quedó para siempre congelada en el tiempo.
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Los hechos que sucedieron después se relatan en la revista “Así la luna y el mundo en sus manos” publicada el 4 de marzo de 1975.

Tellito, la joven miliciana que arengaba de plaza en plaza

Protagonizó en la semanario gráfico ‘Estampa’ uno de los más retratos más icónicos de las voluntarias que lucharon por la república

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Portada de la revista ‘Estampa’,con la fotografía de Tellito.

Nacida en Madrid el 2 de septiembre de 1920, fue conocida por el nombre de Tellito cuando era miliciana, ya desde el comienzo mismo de la Guerra Civil. Y por el de Amaya a partir de la primavera de 1939, cuando tuvo que salir pitando de la capital de España gracias al aviso de una compañera con la que se encontró al regreso de su trabajo de costurera en el trayecto entre Cuatro Caminos y la calle de La Coruña, donde vivía. “¡Tellito! ¿Pero estás aquí? ¡Vete inmediatamente! No han dejado de preguntarme por ti en comisaría. Esta mañana me han soltado y seguro que ahora mismo me están vigilando. ¡Vete!”. Eran los agentes del comisario Conesa: la estaban buscando, y deteniendo a jóvenes compañeras suyas por esas fechas, de las que acabarían fusilando a 13 —las Trece Rosas— junto a 43 hombres, la madrugada del 5 de agosto, ante las tapias del Cementerio del Este.

El 31 de octubre de 1936 su semblante va pasando entre las manos de los madrileños por ser suya la figura de una joven mujer que, con nervio encendido, arenga a la población desde la portada del semanario gráfico Estampa, a la que el reportero había acertado a recoger con su máquina en el instante en que la chica, tras subirse de un salto a una camioneta, se dirigía con brío a la gente de la plaza. Eran días que se agolpaban los de aquellos primeros meses furiosos de la contienda. La imagen ha servido de motivo para carteles de combate y también de portada de libros como Mujer y movimiento obrero en España, 1931-1939 (Mary Nash, Fontamara, 1981).

Palmira Julia Tello Landeta, Tellito, se casa entonces con Ernesto Niño —“nos casó el capitán de la unidad”—, que es enviado inmediatamente al frente y abatido a los diez días, y enterrado en Quintanar de la Orden: todo seguido. Luego, la miliciana va de Madrid a Valencia, participa en la batalla de Guadalajara y coincide y trabaja con las Brigadas Internacionales, con la Thaelmann, ahora ya por tierras de Albacete. Pueblos de Toledo, de Ciudad Real y de Jaén. Sobre los cuales cuenta ella: “Solía ir andando de pueblo en pueblo siguiendo un recorrido fijado por el Comité. Alguna vez me llevaban en camión y me dejaban sola y desarmada. Yo arengaba a la gente en la plaza, palabras que me salían del alma. Las madres me oían pedir que dejaran a sus hijos alistarse para el frente. Podían lanzarse contra mí, iba yo indefensa. Y nunca, en ninguno de los pueblos por los que pasé, me hicieron nada. ¡Cuando yo, a lo que iba, era a llevarme a sus hijos a la batalla!”.

De nuevo en Madrid. De Madrid a Valencia. Y de Valencia a Alicante, a la desesperada. Terminada la guerra, con solo 18 años, regresa a la capital, curtida de lucha, donde se pone a trabajar en la costura. Hasta que, ya con el nombre de Amaya, aparece en Zaragoza. Allí conocerá al amor de su vida, el pintor Ciriaco Párraga, quien realizará a propósito de ella dos importantes composiciones en esa ciudad: Perdimos la guerra y Maternidad 1940. Más tarde, ya en Bilbao, de donde el pintor procedía, este tendrá ocasión de seguir reflejando en composiciones sucesivas —Ocios hogareños, Mujer leyendo (lienzo al que Blas Otero dedicó un poema) o Interior— la implacable pero relevante transformación que con la edad irá operándose tanto en la psicología como en la actitud de nuestro personaje siguiendo la transformación de las circunstancias que sobre ella va imponiendo la vida, que transcurrirá entre la aguja y la lectura, la compra y la limpieza, los hijos —dos— y la cocina.

Hasta que, al final, los hijos se van de casa, el marido fallece y la soledad aísla y ahonda. Pero no por ello descansa. En 1985 se traslada a El Casar de Talamanca (Guadalajara), donde residirá hasta los 92 años y tal vez sea todavía recordada como aquella anciana del perro blanco que, durante bastantes años, subía y bajaba la cuesta desde El Coto hasta el pueblo y vuelta para la compra. Siempre en silencio, siempre dedicada en buena medida a la lectura, como tuvo ella por costumbre. Ingresada a los 95 años en un hospital por primera vez en su vida —septiembre de 2015—, ya no volvería a casa. Falleció en el Infanta Sofía el 16 de enero de 2016.

http://politica.elpais.com/politica/2016/02/01/actualidad/1454286633_219034.html